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jueves, 26 de enero de 2012

NO TE RETIRES



Lectura: Números 8:23-26.

"Después […] podrán seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes" Números 8:26 (NVI)

Los primeros que escalaron el monte Everest, la montaña más alta del mundo, fueron Edmund Hillary y Tenzing Norgay, en 1953. Hillary tenía sólo 33 años. Su hazaña le dio fama, riqueza y la certeza de que ya había vivido una vida extraordinaria.

Entonces, ¿qué hizo durante los 55 años restantes? ¿Se jubiló y descansó en los laureles recibidos? Para nada.

Aunque Hillary ya no tenía montañas más altas para escalar, eso no lo detuvo. Logró otras metas notables, incluso un esfuerzo conjunto para mejorar la asistencia social al pueblo nepalés que vivía cerca del Everest; tarea que continuó hasta su muerte en el 2008.

¿Sabías que Dios les dijo a los levitas que se retiraran de sus obligaciones habituales a los 50 años de edad? (Números 8:24-25). Sin embargo, no quería que dejaran de ayudar a otros, sino que les indicó que podían «seguir ayudando a sus hermanos en el ejercicio de sus deberes» (v. 26). No podemos tomar este incidente como una enseñanza específica sobre la jubilación, pero sí considerarlo una indicación implícita de Dios de que es una buena idea seguir sirviendo a los demás después de jubilarnos o retirarnos de la vida laboral.

Muchas personas sienten que, cuando se jubilan, ya no tienen nada significativo para hacer. Sin embargo, como en el caso de los levitas y de Sir Edmund Hillary, podemos reenfocar nuestras metas al retirarnos y dar de nuestro tiempo para ayudar a otras personas.

Reflexión: La vida cobra un nuevo sentido cuando la invertimos en otras personas.
viernes, 20 de enero de 2012

UNIDOS PODEMOS MÁS


Cuando termine el invierno, cuando veas los gansos dirigiéndose hacia al norte para la primavera, fíjate que vuelan formando una V”. Tal vez te interese saber lo que la ciencia ha descubierto acerca del porque vuelan en esa forma???

Se ha comprobado que cuando el pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él. Volando en “V” la bandada completa aumenta por lo menos un 71%
más de su poder, que si cada pájaro volara solo.

Las personas que comparten una dirección común y tienen sentido de comunidad, pueden llegar a donde deseen más fácil y rápidamente porque van apoyándose mutuamente.

Cada vez que un ganso se sale de la formación, siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para beneficiarse del poder del compañero que va adelante.

Si nosotros tuviéramos la inteligencia de un ganso nos mantendríamos con aquellos que se dirigen en nuestra misma dirección. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma  su lugar.

Obtenemos mejores resultados si tomamos turnos haciendo los trabajos difíciles. Los gansos que van atrás graznan para alentar a los que van adelante y mantener la velocidad. Una palabra de aliento produce grandes beneficios.

Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo. Se quedan acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que muere, y sólo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo.

Vivamos en unidad y ayudémonos unos con otros para lograr aquellas metas que Cristo nos ha propuesto.

Reflección: Reunirnos es un comienzo; mantenernos unidos es avance; trabajar juntos es un éxito.
viernes, 13 de enero de 2012

SANTO SANTO SANTO



Lectura: Isaías 6:1-8.

"... Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos [...]. ¡Ay de mí! que soy muerto..." Isaías 6:3,5

En la actualidad, muchos seguidores de Jesucristo centran su atención en el amor y la bondad de Dios, pero pocos piensan en Su santidad. ¡Incluso, menos los que se estremecen por temor a ella! ¿Por qué?

La razón es la siguiente: Cuando vislumbramos la grandeza y la gloria de nuestro Señor, vemos más claramente nuestra maldad. ¡Y esto nos humilla!

Observamos una ilustración de esta verdad en el Evangelio de Lucas. Después de ser testigo de un milagro, Pedro cayó delante de Jesús y clamó: "Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador" (5:8).

Si tuviéramos que ver a Dios en todo Su esplendor y santidad, reaccionaríamos como lo hizo Isaías y admitiríamos nuestra maldad (Isaías 6:5). Esta es una respuesta apropiada, pero incompleta. El Señor no nos busca para destruirnos con Su santidad, sino que Su propósito es quitar nuestro pecado (v. 7). Anhela que experimentemos Su perdón y disfrutemos de una íntima comunión con Él.

Esta verdad toca muy de cerca mi corazón. Hace unos años, en un solo y desgarrador instante, vi con más claridad que nunca el horror de mi pecado. Me sentí aplastado, quebrantado, aterrorizado... hasta que también percibí el insondable amor de Dios y Su poder para perdonarme y purificarme (1 Juan 1:9).

Dios no revela Su santidad para destruirnos, sino para exponer nuestro pecado y eliminarlo. Pídele hoy que te limpie.

Reflexión: Dios tiene un ojo que todo lo ve y un corazón que todo lo perdona.